El amor divino es tan fuerte, es tan intenso, que lo
transmuta todo, lo embellece todo y lo trasciende todo, no hay nada en el
mundo ni en otras galaxias que pueda
equipararse a la luz divina, es algo que subyuga y que te hace sentir lo
inmensamente grande que eres al sentirte hijo de esa luz, de esa misericordia y
de ese amor. Quien llega hasta la luz divina y bebe de esa luz, vuelve a este
mundo de mortales con mucha más fuerza y muchas más ganas de luchar y de
trabajar por los demás.
Nosotros somos un minúsculo haz de luz de amor y
prometimos una misión que cumplir antes de tomar nuestra envoltura carnal,
esperemos, pues, cumplirla, cumplir con amor, con delicadeza y con atención
aquello por lo cual hemos venido a este mundo, no a sentirnos protagonistas,
sino a ser servidores; no ha sentirnos grandes, sino pequeños; no a ser los
primeros, sino los últimos; no a querer alcanzar lo inalcanzable sin pasar por
donde hay que pasar.
El amor llena con creces el corazón y el ser del hermano
que quiere entregarse con todas las fuerzas de su ser y amor sin medida. Aquel hermano
que desea vivir la entrega en su totalidad no se para en el camino, sino que
ante las dificultades, ante el dolor, ante el sufrimiento, sigue luchando y, no
solamente le basta eso, sino que desea agarrar el dolor y el sufrimiento de los
demás para hacerlo propio y así aliviar de ese tormento a la persona que sufre
a través de la fuerza del amor.
Al atardecer de la vida, no se nos examinará de otra cosa
sino de amor, pero del amor con mayúsculas, del amor que no se desvanece, de
ese que cada día que pasa es mucho más grande, mucho más intenso, ese amor que
hace la vida mucho más sublime y sencilla, que no se para en lo carnal ni
terrenal, sino que va más allá, va hacia el cumplimiento del amor, va hacia la
realización total de un sentimiento puro y noble lleno de belleza y armonía
de entrega y sentimientos de verdad y de luz.
Hermanos, la fe mueve montañas, si verdaderamente
nosotros tuviésemos la fe suficiente, nuestra vida sería otra, nuestra manera
de actuar, nuestra manera de sentir seria otra.
¡Cuántas veces el maestro nos pone a prueba y cuantas
veces fallamos! Pruebas hay cientos y una, pero jamás debemos quejarnos ni
buscar subterfugios, no nos quejemos de las pruebas ni del sufrimiento, pues
son menester para purificarnos y seguir adelante, del sufrimiento cojamos cada
uno de nosotros el necesario.La misericordia divina, la luz eterna, el amor
divino, el amor supremo, no quiere el dolor ni el sufrimiento para sus hijos,
sino la felicidad sublime.
Somos los seres de carne y hueso los que hacemos que esto
no sea posible, porque nosotros mismos nos formamos el sufrimiento, el dolor,
la agonía y la enfermedad, por nuestra falta de fe, por nuestra poca harmonía,
por ese sentimiento de ansias por poseer, de ansias por tener, todo eso va
acumulando dolor y sufrimiento. Si verdaderamente estuviésemos desprendidos de
todo lo caduco, de todo lo terrenal, de todo aquello que hoy es, pero que
dentro de unos momentos puede dejar de ser, hasta que no estemos desprendidos
de todo eso, nuestro espíritu, nuestra mente, nuestro corazón, no será libre y
no podrá actuar con sutileza, no podrá trabajar con esa delicadeza y esa
fluidez que tienen los seres que viven desprendidos de todo.
Diremos:¡ hay necesidades que cubrir! Y hay que cubrirlas, hermanos, pero una cosa
es cubrir necesidades y otra es vivir aferrados a lo que constituye el poder y
el hacer para solucionar esas
necesidades. Cuántas veces el maestro nos ha dicho que las aves del cielo y los
animales terrestres ni tejen ni tienen granero y sin embargo nunca les falta lo
necesario para subsistir, y no cogen más allá de lo que necesitan, porque todo
lo demás es superfluo. El león mata cuando siente hambre o cuando sus cachorros
sienten hambre, y no caza la mejor pieza para dársela, sino aquélla que es ya
caduca, aquella que ya es un estorbo para la manada es la que captura para
saciar el hambre. Ni el león ni cualquier otro animal salvaje vuelven a matar hasta que no sienten hambre.
Todo lo contrario es el ser humano, que destruye y
arremete contra todo porque en ese momento lo ve así y tiene que hacerlo, qué
importa que sea la naturaleza? qué importa que sea la divinidad? qué importa
que sean seres humanos? Hay que destruir y se destruye, cada vez con más
perfección, con más exactitud, ¡Que dolor de celebridades humanas! Sus mentes
están altamente realizadas y se dedican
a construir métodos sofisticados para poder acabar con la vida humana,
cada vez con más precisión. Es doloroso, hermanos, ver como tanta sabiduría
humana se emplea para la destrucción y cuán poca para realizar grandes obras,
para investigar la sanación de enfermedades !Cuán poca! Cuánto dinero para
destruir y cuán poco para ayudar, la humanidad está descompasada, es pues
necesario ese equilibrio y pronto llegará el momento de la ecuanimidad,
entonces, como Cristo dijo: "Más le valiera a la mujer no haber parido,
porque allí será el llanto y el crujir de dientes", por esto debemos estar
preparados, pues no sabemos ni el día ni la hora en que el Hijo del Hombre
llamará a nuestra puerta, tengamos preparado el equipaje de nuestras buenas
obras, porque es lo único que nos vamos a llevar de este mundo y según ellas,
nosotros mismos nos forjaremos y nosotros mismos nos dictaremos la sentencia.
Pero el dolor más grande que pueda sentir el ser humano es sentirse rechazado
por la luz divina, por el amor sin mancha, por el Padre. No aleguemos que el
sufrimiento nos detiene, pues no es admisible para Dios, con sufrimiento o sin
él, debemos seguir adelante, debemos seguir luchando y debemos seguir una vida
llena de entrega, de amor, de humildad y de sentimientos.
Seamos, pues, humildes como palomas y astutos como
serpientes, vigilemos y oremos para no caer en tentación y para que el enemigo
no nos pille por sorpresa, pues este nunca duerme, siempre vela, los que
estamos para amar y servir a veces nos dormimos en los laureles y eso no está
bien, hermanos. Cuando llegue la hora para dormir, ya nos llamarán a la puerta,
mientras tanto y ahora más que nunca, cumplamos nuestra misión en este mundo
inmundo.