dilluns, 8 de juny del 2009

DEMOCRACIA DE 2º GRADO




















Hoy, nuestra sociedad vive inmersa en un “sistema” de usos dirigido principalmente por férvidos magnates capitalistas, empresarios (y presuntos financiadores de partidos) que han influido sobremanera logrando que la política sea interpretada como “el conjunto de medios para llegar al poder o mantenerlo”. Esta condición ha supuesto la mutación de todo modelo de ideal político basado en la armonía con el medio natural y los valores humanos, sustituyendo esta fuente de auténtica plenitud y felicidad de la persona por un sucedáneo denominado “dinero”. Tal proceder se refleja y se vive en la cotidianidad de una vida política ya reducida a la astucia de la selva (ahora mismo, cualquier persona de Dénia con un halo de cultura política que vincule los intereses urbanísticos con la moción de censura, lo advierte).

La economía siempre ha sido uno de los pilares fundamentales de la política, no obstante, dicho pilar, hasta ahora había intentado estar subordinado a su ética y moral ideológica, siendo este aspecto garante de la justa medida en todo negocio humano relacionado con el respeto y estima por la vida. Esta condición ha fluido con más naturalidad en tanto que la democracia ha estado vinculada a la participación y transparencia colectiva a través de la dignidad de sus representantes, o sea, cuando el pueblo ha ejercido el poder por la autoridad.

Sin embargo, ¿por qué hoy podemos atrevernos a aseverar que la democracia ha degenerado?

No me agrada referirme a “las masas” cuando se alude la colectividad, pues cada persona es “única” y “diferente”, la cual consideración parece subestimar este despótico epíteto en favor de una homogeneidad tradicionalmente carente de razón. Este apunte viene a ilación de lo siguiente:

Cuando aquél que ejerce el poder contempla la posibilidad de intentar evitar que la persona “piense” y “reflexione” y lo lleva a cabo, logra tener en sus manos el control de unas “masas” (inevitablemente) que habrán estado convenientemente persuadidas por especialistas que sustituyen la voluntad humana emanada del razonamiento y la libertad por una mediática voluntad “popular” surgida de impulsos mecánicos exteriorizados en nombre del progreso y el bien común. Así pues, el gobierno de los medios de comunicación en manos de unos cuantos potentados que se acompañan de profesionales de la política a su servicio, suplen “el poder del pueblo por la tiranía democrática de una “oligarquía” que, paradójicamente, representa los valores del pluralismo, la tolerancia, la igualdad, la libertad y toda esta parafernalia eufemística correspondiente a ese marco histriónico de la tragedia democrática, ensayada y convenida para atraer el máximo de beneficio económico en favor de los directores del evento merced sus “multitudes” concurrentes.

Por otro lado, ¿Qué sabemos la mayoría de personas de energía nuclear? ¿De la complejidad bioenergética o la bioquímica? ¿De centrales eléctricas y térmicas? ¿De armamento atómico? ¿De tecnología para la explotación petrolera o del impacto de la masificación urbanística sobre el medio natural? ¡Nada!
Sin embargo, todo esto se desarrolla y se lleva a cabo al tiempo que nos quejamos de la degradación de nuestro patrimonio natural, de la desaparición de ecosistemas y campos de cultivo, de los alimentos transgénicos, de la depredadora edificación de nuestras costas y montañas, de la contaminación, de las centrales nucleares, del hambre en el mundo, etc., etc.
Esto es así porque la tecnocracia y su burocracia ha sustituido la democracia, es la ciencia y su tecnología que son aprovechadas para construir la estructura de un “sistema” capitalista salvaje y en continuo crecimiento (hay que producir como sea) donde su consuntiva sociedad “de masas” ha de gozar de sus “dádivas” de progreso y globalización trabajando en favor de dicho “sistema” (y si sus estudios de mercado requieren 65h. semanales y el despido libre para abaratar productos y competir, así será establecido) en un régimen de esclavitud liberal que, a corto plazo, puede provocar una crisis socioeconómica y medioambiental crónica debido, sobre todo (y dejando a un lado su “doctrina” económica), a la agresividad sin límites con que se explotan los recursos naturales del planeta (también en nombre de las energías renovables).

Observemos, pues, cómo esta oligarquía de intocables y su poder consiguen marcar las pautas de toda política a nivel mundial en nombre de la “democracia”:

- La acción política ya no viene dada por principios ideológicos, sino por resultados de estadísticas en una sociedad de masas aleccionada mediáticamente, degradando así el sistema de ideas que dan cuerpo a la democracia.
- Los grandes problemas de la humanidad son solapados con pequeñas cuestiones morales y éticas en nombre de una superficialidad políticamente interesada.
- El individualismo y la competitividad inmoral son considerados símbolos de éxito y progreso.
- La diversidad de pueblos y culturas son despojados de sus derechos y convertidos en folklore ornamental de la cultura dominante en nombre de la igualdad, la libertad, la paz, la democracia y, sobretodo, la unicidad de los estados con su “conjunto de individuos”.
- El bien común se abstrae de la naturaleza y es sinónimo únicamente de bienes materiales sumados individualmente. Se monetiza todo ámbito. El fin del hombre ha cambiado: ya no es ganarse la vida sino ganar dinero. El negocio se convierte en el centro político del hombre.

En estas circunstancias, los países socialistas, caracterizados por su sensibilidad con las políticas sociales y defensores de la gratuidad de éstas, advierten que dichos servicios públicos ya no pueden ser sufragados al precio del mercado capitalista, no quedando otra alternativa que acudir a la ayuda privada, cerrando así el círculo de un “sistema” que nos mantiene cautivos al servicio de éstos opulentos artistas del capitalismo salvaje que tienen el mundo en sus manos, atendiendo, ¡cómo no! al cuidado y protección de “su democracia”, incluidos los capítulos de corrupción (que su sociedad “de masas” tolera).

Verdaderamente, tampoco la tan aludida democracia griega nació por filantropía, sino que se instauró más bien por intereses, en su caso militares. ¡Cómo platicaba Demóstenes en la plaza pública en favor de impuestos para sufragar la flota de guerra! Curiosamente, con él murieron aquellos dos siglos de democracia.

La pregunta es: ¿Cómo transformamos la actual situación para conseguir una verdadera plenitud democrática allá donde no existe?


P.D. Puede que alguien se pregunte también: ¿Dónde están los políticos conscientes de ésta realidad? La respuesta, si es Vd. de Dénia, la está viviendo… SE LES PRIVA DE SU PRAXI POLÍTICA, aunque sea ésta reflejo de su ciudadanía. AL “SISTEMA” COMANDADO POR “EMPRESARIOS” NO LE INTERESA PARA NADA POLÍTICOS NO CONDESCENDIENTES CON SUS NEGOCIOS.