dijous, 28 de febrer del 2008

DEMOSTINO: DISCURSOS POLÍTICOS (de la política)




...Ínclitos ciudadanos: decía Aristóteles y también Sto. Tomás, que el hombre es un animal político, bien, sin duda hoy habrían sustituido la palabra “hombre” por la de “ser humano”...y, ¿porqué os digo esto? pues porque quiero que os percatéis que todos vosotros, aunque lo neguéis, estáis inmersos en esa gran mar o piélago político del cual formáis parte activa en sus proyectos y ambiciones, convirtiéndoos obligatoriamente en usufructuarios, unos y otros, de un ideal: aquel que reza el partido que ostenta el poder.

Pero, cierto es que este discurso no versará sobre esta afirmación que, por evidente, no es menester esforzarse mucho en su apología. Como dijo alguien: “la multitud sigue fácilmente la palabra de uno solo”, y eso mismo, ¡Oh, ojizarca Atenea! es lo que espero en estos instantes.
Mi intención pues, ciudadanos del demo de Artemisión, es otra: considerémosla pedagógica o, quizás, orientativa a la hora de decidir dar apoyo político a personas, de las cuales algunas de ellas estáis hoy aquí, o a los diferentes partidos.

La primera premisa, el primer deber ciudadano es saber orientarse, y para saber orientarse políticamente antes debe uno elevarse..., ¡no, por Zeus! no me refiero a subir al Castillo o allá en lo alto del Hemeroscopeión donde consulto el Oráculo, sino mas bien a elevar el pensamiento: razonar, meditar interiormente para esclarecer las ideas y extraer conclusiones que os ayudarán a decidir aquello que mas se aproxime a vuestro ideal de sociedad, el cual vendrá representado en la persona de un político o en el conjunto que conforma un partido político.

Un consejo: cuando escuchéis a un político debéis tener en cuenta el sentido y no las palabras de la cuestión en sí, pues quien recurre a la demagogia desvirtúa las reglas de una política digna. Así pues, y a raíz de lo anterior, advertid que nos encontraríamos frente al axioma individual, personal, de cada uno de vosotros, el cual se convierte en colectivo cuando confluye masivamente a las urnas electorales dotando de pragmatismo a la corriente ideológica ganadora.

Advertid también, ciudadanos, que toda ideología debe su génesis al pensamiento subjetivo, de ahí la importancia que esta tiene para con la sociedad, pues dicho pensamiento individual, al igual que una gota de lluvia que cae a un río genera la dinámica de pequeñas ondas que alcanzan todo su ámbito dando testimonio de aquel fenómeno imprescindible para la vida, de la misma manera, digo, las “ideas” vertidas por los diferentes pensamientos humanos, por los grandes filósofos, testigos de la diversidad y la libertad, han generado la grandeza de una sociedad en democracia necesaria para convivir.

De otra manera estaríamos hablando de un mundo abigarrado, mecanizado, desvirtuado por desposeído de las ideas ontológicas.

Bien, retomemos el tema político a pesar de la subordinación de conceptos: imaginémonos, dignos ciudadanos, una columna vertebral cuya base de dicha columna, o sea, sus cimientos, representa los principios fundamentales inexorables y perpetuos cuna de los ideales; sobre esta base crecen las vértebras, una sobre otra hasta llegar a la excelsitud, lugar preeminente donde reside la pragmática de dicho ideal o sistema de usos a través de los cuales se rige la sociedad.
Estas vértebras son, una a una, sustentadas por la mano de la mujer / hombre que intentan reconducirlas y fortalecerlas unas o regenerar otras en nombre del progreso. Es esta, estimados ciudadanos, la columna vertebral de la ideología política, pero, ¿quien cuida permanentemente de ella?... Sin duda la clase política. Así os pregunto: ¿creéis que cualquier carácter puede ejercer la carrera política? ¿podríamos considerar aquella inveterada metáfora por la cual el político se asemeja al médico del pueblo? ¿realmente podríamos afirmar que el político es el facultativo de la sociedad?... Verdaderamente, pienso que todos asentiríamos.

Así, os vuelvo a preguntar: ¿cualquier persona puede ejercer de médico? ¡sin duda! contestaréis, siempre que así lo acredite mediante la licenciatura y las prácticas consiguientes, de otra manera seria un peligro para la salud de las personas. Pero, el político, ¿que acredita?, pues no están obligados a ser licenciados, ni a gozar de una determinada posición social, ni a ser sabios ni a cualquier otro requisito curricular. Tampoco están obligados a pasar ningún tipo de test ni nada parecido, pero, ¡si que están obligados a ser honrados! ¡si que están obligados a cumplir las reglas de la moral y la ética humanas! de otra manera sus gestiones podrían arruinar un pueblo, un país.
Y vosotros, ínclitos ciudadanos, estáis obligados a observar sus actos, a juzgar sus acciones y las consecuencias que comportan. Así, si habéis procurado cumplir estas consideraciones, habréis reparado en como, de entre todos ellos, siempre hay algún que otro “artista político” que va mudando de ideología, brincando de partido en partido buscando el sol como el girasol esperando el día de su confirmación para asistir una vez mas al protocolo donde el Espíritu Santo de la nueva fe que raudo confesará, le transmita el “favor prometido” por el cual ha cometido apostasía .

¡Oh, titán Crono! hijo del cielo y de la tierra, devora también a los hijos de la impostura, la deslealtad y la indignidad humana. ¡Oh, Trajano! que tus columnas hagan virtuosa justicia cayendo sobre estas almas inicuas... ¡Si! desde aquí oigo murmurar la palabra “trepa”, ese otro “modelo” de “artistas políticos” que se arrastran indignamente adulando y lamiendo al líder de turno, infatuados y con afán de protagonismo, expertos en guardarse “información” utilizándola para zaherir a presuntos dignos rivales de su propia confesión; incluso son capaces de dirigir empresas de fontanería donde mantienen ocupadas a sus “ratas políticas” dando “estopa” por aquí, apretando la tuerca por allá, o taponando la “fuga” del despacho.

¡Si ciudadanos! todas estas desvergüenzas cohabitan en esa gran mansión donde moran los ideales que rigen la sociedad, como antes os he apuntado. Y aun nos olvidaríamos de aquellos que, huérfanos de trabajo estable, persiguen ser políticos para asegurarse el “jornal”.

Cierto es, dignos ciudadanos, que todos estos indolentes comportamientos muchas veces son difíciles de corregir en cualquier partido político, y mas cuando el gran río se divide en afluentes surgiendo nuevas corrientes y embarcándose, unos y otros, a veces incluso con pertrechos, hacia un destino de aguas cada vez más turbias, alejándose de la hoja de ruta ideológica y yendo a parar a las muy concurridas aguas estancadas de la mediocridad.

¡Ah, ciudadanos! yo invoqué a las almas de los difuntos de las casas de Hades, yo libé, derramando leche con miel, vino dulce y agua pura al común de los muertos. Y presentóseme el alma de Castelaronte, el gran orador, que después de beber la sangre sombría me saludó y me rogó le hiciese la pregunta. Así, sobre la cuestión de los políticos indisciplinados me refirió que solo había una medicina la cual debía dispensar obligadamente un / una líder integro y honesta, dicha medicina se llama “disciplina”. Allí estuvimos hablando largo y tendido. Al terminar, ciudadanos, determiné que solo el alma que posee atributos tales como el ingenio, la entereza, la elevación de sus ideas, la integridad moral... Solo espíritus semejantes, digo, pueden imponer disciplina, pueden ser dignos de gobernar. Solo ellos / ellas son capaces de alumbrar el negro túnel de los despropósitos, las actuaciones incongruentes e incoherentes de una misma línea política impidiendo, por tanto, la formación de hernias de disco en su propia columna vertebral ideológica.

Ya sabéis, ínclitos ciudadanos, a que me refiero: diferentes pueblos, diferentes raseros..., ¡no es posible! ¡Oh, Zeus, amontonador de nubes, agita la entelequia humana para que comprendan que la bondad sin disciplina es semillero de delitos!

Terminaré, pacientes ciudadanos, con esta máxima que representa la “idea” de todo mi discurso: “el equilibrio, antes lucha, entre la autoridad y la libertad, entre la ley y la democracia contemporáneas, solo podrá existir en la medida que unos y otros establezcan con rigor el arbitrio de la disciplina”.