divendres, 29 de febrer del 2008

LA ORACIÓN POR ESPAÑA



El Ilmo. Sr. D. Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo, invitó, en una reciente exhortación, a la comunidad católica y a todos los sacerdotes, que incluyan en sus celebraciones una oración para que Dios guíe los pasos de nuestra Nación en esta hora crucial de negociación con ETA, la cual, por ser una organización terrorista y totalitaria, no puede ser considerada como interlocutor político. Así mismo, recordó que el “amor a la patria” es un deber de todos los Cristianos, por ello, dijo, no nos podemos descuidar. A mi, personalmente, no me es grata la palabra “patria”, me da miedo, pero, no por su etimología, sino, mas bien, por haber sido motivo de pertrechos y adalides, de mártires por su causa, siendo así, prefiero hacer mención al “sentimiento de identidad”, pues, en esta privilegiada España donde deben convivir diferentes sentimientos de identidad en incipiente igualdad de derechos, en esta grandiosa España plural por naturaleza, dádiva en riqueza cultural, debemos estar orgullosos de ello ante el mundo. Hay que impartir pedagogía de tolerancia, de respeto, de igualdad en la diversidad, de homogeneidad en la diferencia, valores necesarios para poder encontrar esa iluminación moral que nos lleve a la comprensión del hecho por el cual, España es así y de ninguna otra manera. Aquello establecido por las circunstancias históricas debe quedar identificado en la propia circunstancia de la razón de ser, siendo el uso de sus particularidades el pervivir de las culturas y, solo el ser humano, dotado de conciencia y entendimiento, puede compartir, a través de mecanismos legislativos y administrativos propios y peculiares, esos singulares “ámbitos culturales” generadores del sentimiento de identidad conforme a una interculturalidad común donde todos nos sintamos cómodos en tanto mencionemos la palabra “España”. La unidad no debe confundirse con la uniformidad, los diferentes sentimientos de identidad no deben ser solapados con la idea de una única patria, es innecesario el pretender buscar la concordia y la paz amparándose en un “dogma particular” cuando “la verdad” solo se construye a partir de la razón que procura la diversidad (la sabiduría no solo se encuentra en la mente del sabio, sino que ésta se hace presente a través de los demás y somos los demás quienes, finalmente, construimos sabiduría, pues un sabio, por sí solo, ¿donde puede llegar?). Respecto a ETA, siempre he tenido y tendré por principio el que “ninguna causa en el mundo merece una gota de sangre”.....¡cuán bellas serian las palabras que así lo dieran a entender y a convencer!, pero, ¿y el perdón, Sr. Cañizares? He echado de menos el perdón en su exhortación. El perdón no pertenece a la acción de los que perdonan, ni los perdonados son expiados por aquellos, es demasiado bella, sublime y magnánima esta expresión humana para provenir de la vanagloria de una naturaleza mortal, es por ello que el perdón debe pertenecer a la sublimidad del espíritu humano, esa esencia inmortal alimentada por un amor que transmuta y trasciende todo, convirtiendo el odio en bonhomia, la rabia y la furia en concordia, la desgracia y la desolación en esperanza y en paz. Pero, para llegar a ello, es necesario e imprescindible enfrentarse al problema, sea este del grado y naturaleza que sea, con las armas de la palabra y del diálogo, exponiendo con toda libertad y verdad pensamientos generados desde profundas y dignas convicciones humanas. Es esta una elevada condición que merece quien estima la pureza y la integridad de su conciencia por encima de todas las cosas de este mundo, que merece quien, verdaderamente, busca la paz y la concordia. Zapatero, Sr. Cañizares, parece dar crédito de conocer el bien y tener valor para hacerlo, de conocer su deber y tener valor para realizarlo, de conocer la concordia y tener valor para impartirla, verdaderamente es conocedor y.... ¡está dando ejemplo de ello!

No se puede ir por los altares y por los hogares poniendo en boca de Dios la “uniformidad de una sola patria llamada España” que obligue a los cristianos a amarla (o defenderla) rezando por ella, porque habrá cristianos afortunados que consideren “cualquier nación” su patria, porque habrá cristianos afortunados que amen a su patria, no por ser una y grande, sino por ser suya, porque allí, en esa tierra donde nació, se siente bien, se siente cómodo y le es agradable el convivir con su particular lengua y cultura materna para rezar tambien con ella y por ella. La unidad de España solo se concibe con un ejercicio de verdadero respeto y admiración por su diversidad cultural. Vayan pues, hombres de Dios, a predicar el verbo de la pluralidad sobre estas vetustas tierras que ya merecen el descanso de su identidad, vayan pues, hombres de Dios, a interceder para estrechar esas egregias y diferentes manos del homogeneo género humano en nombre de la unidad social de todos los pueblos y patrias de España.